Fotografía

Annabel Williams y la fotografía "no técnica"
En sus comienzos fue objeto de burla por los fotógrafos de entonces por su estilo.
No todo el mundo se siente atraído por la fotografía por la misma razón, y Annabel Williams es la primera profesional que conocemos que empezó a hacer fotos porque no encontraba a nadie capaz de hacerle una fotografía decente. 
"en los años '80, o te hacían fotos en la que parecías a tu madre o te pedían que te quitases la ropa, no había termino medio", comenta con su franqueza habitual. "Yo quería parecer una modelo como las de las portadas de las revistas, y no había nadie que hiciese ese tipo de imágenes con gente corriente, así quer decidí probar yo misma".
Esa actitud emprendedora la ha llevado muy lejos, ahora mismo es una de las fotografas de retratos, bodas y eventos sociales más famosa. Tiene más de 25 años de experiencia a sus espaldas, ha hecho sesiones en infinidad de países y ha publicado imágenes en decenas de periódicos y revistas.
Ademas, ha escrito varios libros sobre como capturar retratos y bodas, su trabajo se puede observar en su portal www.annabelwilliams.com .
Su salto a la fama ocurrió en los '80 cuando convenció a la BBC de que la dejasen hacer cambios de imagen en la televisión. "Mi hermana era maquilladora y a veces cogíamos a nuestros amigos y los convertíamos en modelos. A la gente le gustaba tanto que se me ocurrió ponerme en contacto con la BBC y terminamos en un programa llamado The Clothes Show (El show de la ropa), que fue muy popular.

A mí manera

Annabel fua casi una visionaria de la fotografía de bodas, desarrolló un estilo personal que con el tiempo terminó siendo un lugar común. "En aquella época, lo típico era colocar a la gente delante de un fondo marrtón. Yo lo odiaba. la mayoría de los fotógrafos obligaban a los invitados a ponerse en hileras y los mataban de aburrimiento haciéndolos posar.





En aquellos momentos, la fotografía era un negocio machista y muchos fotógrafos no reaccionaban bien ante las ideas de Annabel. "Muchos me ridiculizaban", recuerda. "Se reían de mi porque usaba una réflex normal de 35 mm. Decían que no era fotógrafa de verdad porque no usaba una cámara de medio formato ni trípode.
Me hicieron sentir tan ínsegura que llegué a intentar hacerlo como ellos, pero habia cosas que no tenían nigún sentido, ¿por qué fotografiaban a los niños quietos delante de una pared, con un trípode y todo absolutamente enfocado? Además, los retratos de mujeres eran siempre horribles, todos tenían las mismas poses sexys. ¡Eran imágenes hechas para hombres!

Avances Tecnológicos

Los fotógrafos de bodas y retratos tienen mucho que agradecer a las cámaras digitales, como explica Annabel: "Antes el tema de la iluminación era muy complicado, ahora es mucho más fácil captar todos los detalles de las sombras y las iluminaciones. Hace años, no tenías más remedio que ir cargando con focos, fotómetros y demás, y eso hacía que todo fuese más lento.
La única pega es que ahora todo el mundo se cree capaz de hacer fotos, aunque Annabel no lo critica: "Hay aficionados que hacen fotos muy buenas, incluso en las bodas".

Armonía Marital

Pedimos a Annabel algún consejo para quienes no hayan fotografiado nunca una boda, ¿qué es lo más importante? "Lo primero es asegurarse de que todo el equipo funcione bien, pruébalo y lleva una cámara de repuesto, por si acaso. Por otro lado, hay que planear las cosas de antemano con los novios, repasa el plan del día con ellos y hazte un horario"."De todas formas, no intentes controlar a los novios, lo que tienes que hacer es tranquilizarlos y demostrarles que va a salir todo mucho mejor si se toman las cosas con calma. La mayoría de las novias creen que hay tiempo para todo, y luego se les pasa el día en un momento".
Otro consejo muy inteligente es que practiques antes de la gran ocasión. "Si te tomas la molestia de conocer un poco a la novia antes de la boda y comentas con ella cuatro detalles, para que levante la cabeza solo tendrás que mirarla y darte unos golpecitos en la barbilla.

La Iluminación

Annabel insite en que los retratos y las bodas no son géneros tan técnicos como suele pensar: "Si te acostumbras a optar por un sistema de trabajo sencillo, puede ser realmente fácil. Para hacer fotos de gente no hay que hacer nada complicado, solo tienes que concentrarte en la persona que tengas delante, es casi el polo opuesto a los paisajes y la publicidad". Fuente Digital Camera magazine

Leonor Mendoza. Quisiera  crear una obra que hable del miedo en Venezuela

Fotograma del montaje Piedra papel o Tijera de la artista. Foto internet
Leonor Mendoza, mujer de sonrisa solar, apasionada, sensible, y con un hablar salpicado de ironía, es una artista venezolana que busca el amor en cada detalle del vivir diario. El amor la ha traído a Nueva York y aquí se ha quedado atrapada por un enamoramiento sin fin hacia una ciudad que amplía a cada instante su horizonte creativo.

En sus comienzos como escultora se casa con la soldadura porque en ella descubre el acto de amor perfecto. “Cuando entendí que, con el calor, dos elementos con la misma esencia, pero distintos, llegaban a fusionarse y a crear algo nuevo, aún sin perder su identidad, me enamoré de la soldadura. Sentí que allí estaba la esencia del amor. Empecé a soldar como una loca, era un acto alquímico. Estaba enamorada de ese enamoramiento.”

Tras ese primer tiempo transcurrido entre hierro y acero con la entrega que regalamos a las pasiones verdaderas, otros encuentros han ido enriqueciendo la vida artística y personal de Leonor Mendoza. “Ya no sé si soy escultora, fotógrafa o videoartista. Cuando quiero expresar algo busco ayuda en todo tipo de material. Puede ser resina, pueden ser elementos hallados en la calle, pueden ser fotos, luces, un hilo y puede ser un metal. Cualquier cosa es bienvenida con tal de transmitir lo que mi ser más profundo quiere expresar”.

En un primer momento Leonor quiere ser psicopedagoga especializada en niños superdotados pero pronto entiende que su verdadero camino está en el arte, sobre todo en la escultura “porque me interesan los espacios y siempre he tenido una percepción tridimensional del entorno.”

Leonor nos habla de una niñez transcurrida al aire libre, entre el campo y la playa, y en una familia de siete hijos más muchos primos que cada domingo salían a descubrir el mundo a su alrededor. “Éramos todos unos investigadores –recuerda con la nostalgia perdida en su mirada– amábamos la naturaleza. Aún hoy, disfruto con el placer de echarme debajo de un árbol para ver el cielo y el mundo a mi alrededor a través de un follaje que parece un canutillo y que juega con unas transparencias que transforman todo en positivo y negativo”.

Esa luz que transparenta, transforma y detalla, al pasar entre el follaje de los árboles, ha quedado atrapada en muchas de las obras de Leonor. Puertas entalladas, pasamanos de escaleras que se transforman en caracol de encajes, se insertan en casas donde, de la mano de la artista, la naturaleza irrumpe con tal fuerza y belleza que ya no hay cabida para otras obras de arte.

Estando en Venezuela Leonor expone sus obras y participa en varios eventos internacionales en nombre de su país. Transcurre un período enriquecedor en el espacio venezolano de La Cité internationale des Arts, en París y, de regreso pasa por Nueva York, ciudad donde está decidida a aprender un idioma del cual, su carácter rebelde y antiyanqui la había alejado pero que sus ansias de comunicación con gente de otros países ha ido transformado en necesidad.

Nueva York la atrapa y no la suelta. Las posibilidades de crecimiento que ofrece la ciudad son infinitas e infinito es su deseo de aprender. Estudia sin parar, busca, experimenta nuevas técnicas y nuevos materiales. Tras vivir con una familia donde no había espacio para la soledad, debe acostumbrarse a ella, y para sobrellevarla sin miedo, busca construir sus propios territorios a través del arte. “El territorio es algo que va mucho más allá de lo espacial. El territorio es emocional, es el lugar al cual pertenecen nuestros recuerdos y nuestro futuro, nuestras esperanzas y nuestra ética”.

En ese afán nacen obras donde la textura de un hilo se junta con una cabilla de metal en una fusión perfecta que representa la armonía entre la fortaleza y la debilidad, obras donde la madera se mezcla con láminas de magnesio, donde el papel se transforma en un horizonte infinito y el metal asume la ligereza y la sensualidad de la transparencia.

Muchas son sus exposiciones tanto individuales como colectivas. Su carácter rebelde queda intacto a la hora de criticar guerras disfrazadas de promesas de paz, el autoritarismo camuflado entre sueños de igualdad, la violencia tras los juramentos de amor. Para esas obras utiliza desde misiles en los cuales aplasta soldaditos de plomo, inserta prendedores en forma de corazón y diluye símbolos de paz, hasta balas en cuyas puntas, con agria ironía, apoya muñequitos extraídos del mundo imaginario de Walt Disney.

Para una instalación en Chicago, Leonor busca la complicidad de la fotografía e inmortaliza imágenes de los Buldogs, símbolo de los camiones con remolque que en Estados Unidos movilizan los enseres de un pueblo que no termina nunca de renovarse. Barking power nos habla del calor del hogar que te resguarda cual perro guardián y del ansia de novedad que te lleva a buscar nuevos caminos, nuevos territorios.

En cada una de las obras que Leonor Mendoza crea en Nueva York observamos esa dualidad de sentimientos, por un lado la nostalgia por el territorio que deja atrás todo el que emigra, y por el otro la emoción que despierta la llegada a una tierra ajena.

Combate así la amargura de una emigración que se ha transformado en exilio “porque, en este momento, ya no tengo país donde volver”.

—Si tuvieras que hacer una obra sobre la Venezuela de hoy, ¿cuáles materiales te gustaría utilizar?

La ironía se vuelve amarga.

—Quisiera recoger los casquillos de las balas que cada día matan a un venezolano para crear con ellos una obra que hable del miedo, la impotencia y el hueco insondable que cada pérdida deja tras suyo. Fuente elnacional.com

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